Los prólogos suelen hacerlos plumas de alto nivel y en este caso no concurre tal circunstancia, aunque coinciden otras que quiero poner de relieve. La principal es que no puedo negarme por razones de afecto; además, Daniel, “el Francés”, es un paisano de a pie que nunca perdió su pelaje montañés, a pesar de su dilatada trayectoria francesa. Hay más razones, pero tendría que poner sobre el papel las muchas cualidades que tiene y esto podría interpretarse como exceso y, además, lo que yo quiero es cumplir con mi deber de amigo para decir espontáneamente lo que a mí me parece este relato de Dani que complementa su anterior libro.De alguna manera aquí desnuda sus sentimientos de toda una vida sabiendo que van destinados principalmente a su gente, lo cual no quiere decir que otros lectores no tengan el placer de leer las aventuras de un paisano que, además de buena persona, toda su vida fue “tierno en amores” y me temo que en su corazón hay sitio para nuevas amistades. Tomado del Prólogo de Ignacio Redondo Castillo