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ISBN:978-84-129202-2-2. Depósito Legal: LE-419-2024,. Tamaño: 155 x 240. Páginas:216. Impresión cuatricromía. Encuadernación: rústica con solapas. // Después de En la piel de un furtivo, regresa Tomás Barragán a su territorio literario con esta nueva entrega: Raíces furtivas. Cambia la trama, pero no varía la sustancia. Volvemos a adentrarnos en esa ruralidad extensa y extenuada del noroeste ibérico, donde sus escasos habitantes son todavía hoy dueños de los días, las tierras y las pasiones, pese al asedio constante y cuatrero de las administraciones públicas, que sólo aparecen para imponer su ley y llevarse, como siempre, los impuestos. Aquí hay monte, y huele a monte; hay pueblo, y huele a pueblo; hay vecindad, y se nota en ese ojo que siempre está avizor, en esa mano que no se tiende hipócritamente, pero que, cuando se la necesita, ahí está, siempre. La caza, dentro o fuera de la ley, es el motivo persistente de cuanto sucede en esta novela, que no parece que lo sea, sino, más bien, relato tomado de la realidad de nuestro tiempo, donde los pueblos se encogen como ovillos de silencio en medio de una naturaleza que avanza inexorablemente ante el repliegue humano. En medio de la noche suena un disparo. Una muchacha, heredera de la tradición familiar, está sola en medio del bosque. Todo su cuerpo está tenso, al acecho. No teme a nada ni a nadie. El fusil calienta su mano. (El editor)
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Después de En la piel de un furtivo, regresa Tomás Barragán a su territorio literario con esta nueva entrega: Raíces furtivas. Cambia la trama, pero no varía la sustancia. Volvemos a adentrarnos en esa ruralidad extensa y extenuada del noroeste ibérico, donde sus escasos habitantes son todavía hoy dueños de los días, las tierras y las pasiones, pese al asedio constante y cuatrero de las administraciones públicas, que sólo aparecen para imponer su ley y llevarse, como siempre, los impuestos.

     Aquí hay monte, y huele a monte; hay pueblo, y huele a pueblo; hay vecindad, y se nota en ese ojo que siempre está avizor, en esa mano que no se tiende hipócritamente, pero que, cuando se la necesita, ahí está, siempre.

    La caza, dentro o fuera de la ley, es el motivo persistente de cuanto sucede en esta novela, que no parece que lo sea, sino, más bien, relato tomado de la realidad de nuestro tiempo, donde los pueblos se encogen como ovillos de silencio en medio de una naturaleza que avanza inexorablemente ante el repliegue humano.

    En medio de la noche suena un disparo. Una muchacha, heredera de la tradición familiar, está sola en medio del bosque. Todo su cuerpo está tenso, al acecho. No teme a nada ni a nadie. El fusil calienta su mano. (El editor)

 

Después de En la piel de un furtivo, regresa Tomás Barragán a su territorio literario con esta nueva entrega: Raíces furtivas. Cambia la trama, pero no varía la sustancia. Volvemos a adentrarnos en esa ruralidad extensa y extenuada del noroeste ibérico, donde sus escasos habitantes son todavía hoy dueños de los días, las tierras y las pasiones, pese al asedio constante y cuatrero de las administraciones públicas, que sólo aparecen para imponer su ley y llevarse, como siempre, los impuestos.

     Aquí hay monte, y huele a monte; hay pueblo, y huele a pueblo; hay vecindad, y se nota en ese ojo que siempre está avizor, en esa mano que no se tiende hipócritamente, pero que, cuando se la necesita, ahí está, siempre.

    La caza, dentro o fuera de la ley, es el motivo persistente de cuanto sucede en esta novela, que no parece que lo sea, sino, más bien, relato tomado de la realidad de nuestro tiempo, donde los pueblos se encogen como ovillos de silencio en medio de una naturaleza que avanza inexorablemente ante el repliegue humano.

    En medio de la noche suena un disparo. Una muchacha, heredera de la tradición familiar, está sola en medio del bosque. Todo su cuerpo está tenso, al acecho. No teme a nada ni a nadie. El fusil calienta su mano. (El editor)

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